martes, 26 de septiembre de 2017

EL MODERNISMO: CONTEXTO SOCIO-HISTORICO

EL MODERNISMO

1.- Contexto sociohistórico

Entre 1885 y 1914 se produjo una “crisis universal de las letras y del espíritu”, que configuró la mentalidad del ser humano del nuevo siglo y cuyos rasgos más característicos son los siguientes:
·         Pérdida de la confianza en el progreso. A pesar de los avances de la técnica, seguía habiendo malas condiciones de vida, problemas sociales, etc.
  • Se critica el positivismo y se desconfía de la razón como instrumento para entender el mundo. Se trata de entender y afrontar la vida con la voluntad, el sentimiento y la intuición más que con la razón. A ello contribuyeron la obra de pensadores como  Schopenhauer y Kierkegaard(la existencia humana es dolor y angustia), Nietzsche (exaltación de los impulsos vitales sobre la razón), Bergson (reivindicación de la intuición para penetrar en lo real) y Freud (los verdaderos instintos -el amor y la muerte- se hallan reprimidos en el interior del ser humano). El pensamiento irracionalista llevaría poco después al existencialismo: el ser humano es un ser para la muerte, lo que le lleva inevitablemente a la angustia existencial.
·         Crisis religiosa: la sociedad se hace cada vez más laica.
El progreso había atendido al instinto antes que al sentimiento, dejando de lado la imaginación y la poesía. El vacío creado por la crisis de la época, el desgaste de tradicionales contextos filosóficos y religiosos, sin que pudiera reemplazarlos la ideología cientifista de la era ni el espíritu burgués, dio origen a un estado de inseguridad e indiferencia. Fue, por consiguiente, una era de revisión y revaloración y el artista no se sentía a gusto en el ambiente que lo circundaba.
La civilización moderna no tenía aún su mundo artístico peculiar. Era necesario un arte que expresara el alma de la época. El siglo XIX había creado la fiebre del progreso y los inventos, pero aún no había nacido su arte. Por otra parte, los escritores difícilmente podían consagrarse a los problemas de su entorno, sobre los cuales tenían poca conciencia; de ahí que, dentro del ambiente social señalado, trataran de mostrar su individualidad, exquisita y herida, como una “torre de marfil” arrogante y ajena a la circunstancia histórica del momento.

2.- Orígenes del Modernismo

Desde finales de la década de 1880 proliferan tanto en Europa como en América las corrientes renovadoras opuestas a la estética del Realismo, vinculada al positivismo y a la razón.
En España e Hispanoamérica, este movimiento renovador (que abarca el final del XIX y las dos primeras décadas del XX) recibe el nombre de Modernismo (en un primer momento el término ‘modernista’ tenía sentido peyorativo). Los jóvenes escritores, que se oponen a la literatura decimonónica, se llaman a sí mismos la “gente nueva” y muestran su desprecio por los menos jóvenes y por la literatura realista.
La mayoría de ellos tenían en común una actitud rebelde frente a los valores burgueses, asentados en el orden y la tradición; incluso adoptaban una conducta y un atuendo cuya intención era provocar (“épater le bourgeois”). Se rebelan contra la filosofía positivista  y materialista de la segunda mitad del XIX (frente a la razón reivindican el sentimiento, la intuición y la voluntad para entender el mundo).
Posteriormente se reservó el término de MODERNISTAS para referirse exclusivamente a quienes rechazaban la mediocridad y se interesaban por el culto a la Belleza (“el arte por el arte” fue su consigna; o también “la estética como ética”, sin compromiso social) y la búsqueda de una nueva forma de expresión (que encontrarán, sobre todo, en la literatura francesa contemporánea).
Juan Ramón Jiménez define el modernismo como “el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada durante el siglo XIX por un tono general de poesía burguesa”. Por su parte M. Henríquez Ureña destaca como características “el culto por la aristocracia de la forma, unido a la renovación del idearium poético”.
El nuevo movimiento recibe las influencias de dos corrientes francesas de la segunda mitad del XIX: el Parnasianismo y, sobre todo, el Simbolismo (para algunos críticos, el Modernismo es el nombre que recibe el Simbolismo en las letras hispánicas), pero también de la literatura norteamericana (Edgar A. Poe), inglesa (Oscar Wilde), rusa (Chejov), italiana (D’Annunzio), etc.
El Parnasianismo busca la perfección formal, los versos pulidos, de ahí la preferencia por ciertos temas propicios al lucimiento esteticista: la mitología, la evocación del tiempo pasado o de ambientes exóticos, como los orientales. Su lema es el arte por el arte.
El Simbolismo (nacido en Francia como reacción contra el Naturalismo, y representado por Verlaine, Rimbaud y Mallarmé, pero con antecedentes en Baudelaire; en España, un precursor es Bécquer) defiende que la realidad, tras sus apariencias, esconde significaciones profundas que el poeta tiene que descubrir y comunicar al lector. Para ello se sirven de los símbolos (imagen física que sugiere ideas, sentimientos, angustias, obsesiones...). Por ejemplo el ‘ocaso’ puede ser símbolo de la decadencia o de la muerte, el ‘camino’ será símbolo de la vida, etc. La poesía se convierte así en un instrumento del conocimiento que, a través de los símbolos, capta la realidad suprarracional, subjetiva, que sólo se puede expresar mediante la alusión y la sugerencia (de ahí la importancia también de la metáfora y de la musicalidad del verso).
En las letras hispánicas, el Modernismo tiene su cuna en Hispanoamérica. Hasta hace relativamente poco tiempo, se venía aceptando la fecha de 1888, año de publicación de ‘Azul’, de Rubén Darío, como inicio del Modernismo hispanoamericano. Sin embargo, los críticos han advertido la presencia de la nueva estética en la prosa juvenil del cubano José Martí, que puede ser considerado precursor de la corriente modernista. En todo caso, ello no niega a Rubén Darío el papel de líder y figura más significativa del movimiento. Otros autores hispanoamericanos destacados de este movimiento son los mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo y Juan José Tablada, el cubano Julián del Casal, los colombianos José Asunción Silva y José Valencia, el boliviano Ricardo James Freyre, el peruano José Santos Chocano, el venezolano Rufino Blanco Fombona, el uruguayo Julio Herrera y Reissig y el argentino Leopoldo Lugones.

3.- Características

ú  Rechazo de la vulgaridad y de la mediocridad que creen ver en la sociedad de su tiempo. De ahí el gusto por lo exótico y lo exquisito, que se busca en el mundo antiguo, en el pasado medieval, en la Francia versallesca, en la mitología germánica, en las civilizaciones asiáticas, y en la creación de un mundo lleno de belleza (evasión y exotismo).
ú  El deseo de huir de la mediocridad más próxima les lleva también al gusto por los viajes y por conocer gentes y lugares distintos (cosmopolitismo); su ciudad preferida será París, con su vida bohemia y sus cabarets.
ú  Esteticismo. La insatisfacción del mundo circundante también les lleva a la exaltación del arte y, dentro del arte, de la poesía como medio para penetrar en lo absoluto y lo infinito. La poesía como encarnación de la Belleza: ”glorificación de la belleza más allá del bien y de la verdad”, dice el crítico Gonzalo Sobejano.
3.1.- Aspectos de la estética modernista
Ÿ  Evocación del mundo sensorial. Abundante empleo de sinestesias (‘verso azul’, ‘sol sonoro’), adjetivación e imágenes deslumbrantes y referidas a todos los sentidos (vista, tacto, olfato, gusto) con las que se trata de captar un mundo sensorial lleno de goce y belleza.
Ÿ  El adjetivo y la metáfora se convierten en recursos decisivos. En esta poesía llena de colorido son característicos el azul, violeta, lila, púrpura, granate, oro, plata, rubí, zafiro, marfil, ébano, nieve.
Ÿ  Los ambientes que se recrean tienen un valor simbólico y evocador, tanto los interiores como los exteriores: salones elegantes con espejos, divanes, pianos, arañas de luz, búcaros con flores...;  lunas y aromas nocturnos, jardines lejanos y otoñales con fuentes, estanques, surtidores; animales elegantes o fabulosos (cisnes, pavos reales, leopardos, tigre, elefantes, dragones, unicornios...), personajes reales o mitológicos cargados de erotismo (princesas, caballeros, ninfas, sátiros, sirenas...)
Ÿ  Musicalidad y renovación métrica. Importancia del ritmo y de la armonía de las palabras para sugerir. Ello lleva a los modernistas a la recuperación de metros olvidados o poco utilizados (alejandrino, eneasílabo) y a la creación de otros nuevos (de hasta 20 sílabas), el uso del verso libre, las asonancias internas, etc. También al gusto por la versificación a base de pies acentuales, especialmente los ternarios: dáctilos (“ínclitas razas ubérrimas”), anfíbracos (“ya se oyen los claros clarines”) y anapestos (“La princesa está triste; ¿qué tendrá la princesa?”). La musicalidad se nota también en la abundancia de aliteraciones (bajo el ala aleve del leve abanico), juegos fónicos (trompas guerreras resuenan) y utilización de palabras esdrújulas (púrpura, crisálida, libélulas).
Ÿ  Riqueza verbal y capacidad de sugestión. A ello responde la aparición de un vocabulario exótico (heliótropo, clámides, acanto, plinto, nenúfares, adelfas, azur...), nombres mitológicos (Venus, Adonis, ninfas, sátiros), realidades misteriosas (castillos, odaliscas, marquesas, unicornio). Por otro lado, se huye de la expresión grandilocuente que usaron muchos románticos y se busca sugerir, insinuar, no declarar abiertamente los sentimientos; y una sintaxis más natural y cercana a la lengua hablada.
3.2.- Temas del Modernismo
§  La recreación del pasado y la invención de mundos imaginarios (lo clásico, lo medieval, lo legendario, lo exótico, lo oriental...). Hay un evasionismo o escapismo, tanto en el espacio como en el tiempo.
§  La intimidad del poeta. Los modernistas, al igual que los románticos, potencian el dominio de la pasión sobre la razón, de la emoción sobre la reflexión; pero, al contrario que ellos, más que “su propio” sentimiento, individual e intransferible, se busca el sentir transferible y comparable al de los otros. Antonio Machado decía: “Mi sentimiento no es exclusivamente mío, sino más bien ‘nuestro’ ”. En esta expresión del ‘mundo interior’ hay diferentes posturas que oscilan entre un vitalismo optimista, que lleva a un goce desenfrenado de la vida, y profundas manifestaciones de insatisfacción, descontento, desánimo hastío, melancolía y soledad (el tema del dolor, la angustia y la muerte, es muy frecuente).
§  El amor y el erotismo. El tratamiento de ambos aspectos apunta en dos direcciones: una, la idealización del amor y de la mujer, mundo inalcanzable que sume al poeta en la más profunda tristeza; otra, el erotismo  encarnado en la mujer fatal, lasciva y dominadora.
§  Hay una tendencia general a la elegancia, con la presencia del oro y una fauna y flora distinguidas, donde destacan símbolos como el cisne y la flor de lys.

4.- Rubén Darío

Poeta, periodista y diplomático nicaragüense, considerado el fundador del modernismo. Nació en Metapa, hoy Ciudad Darío (Nicaragua), en 1867. Sus padres se separaron cuando él todavía era muy pequeño y lo crió una abuela que lo mimó, consintió mucho y presentó en Managua, siendo todavía un adolescente, como un artista prodigio. Leía a los poetas franceses a la vez que era invitado a recitar poesía. En 1886 realizó un viaje a Santiago de Chile que fue su primer contacto con el progreso y la metrópoli. De regreso a Managua se casó con Rafaela Contreras, en 1891; quince meses después nació su primer hijo y en 1893 murió su esposa. En 1892, viajó a España como representante del Gobierno nicaragüense para asistir a los actos de celebración del IV Centenario del descubrimiento de América. Suceden unos años de viajes por Estados Unidos, Chile y Francia, y una residencia en Buenos Aires trabajando para el diario La Nación, lo que le dio una reputación internacional. En 1898 regresa a España como corresponsal del mismo diario; en esta estancia en Europa, alterna su residencia entre París y Madrid; es aquí, en 1900, donde conoce a Francisca Sánchez, una mujer de origen campesino, con la que tuvo un hijo y vivió con ella hasta el resto de sus días. Convertido en un gran poeta de éxito en Europa y América, fue nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid en 1907, lo que le obligaba a viajar y de ahí que esté considerado como el 'embajador del modernismo' en el mundo. Darío era un hombre que no había olvidado sus raíces provincianas aunque se había transformado en un cosmopolita total, pero veía que el mundo jubiloso de Europa estaba acabando.
Inició la carrera literaria en Chile. Sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo y romanticismo, al estilo del poeta español Gustavo Adolfo Bécquer, con una temática comprometida con lo social; Abrojos (1887) y Canto épico a las glorias de Chile (1888). Este mismo año publica Azul (1888, revisado en 1890), obra todavía romántica sobre la exaltación del amor como algo armónico con la naturaleza y el cosmos. El libro está dividido en cuatro partes: 'Primaveral', donde desarrolla el tema del amor sexual como algo sagrado, en la línea del Cantar de los cantares; 'Estival' gira en torno al amor como instinto; en 'Autumnal' el amor se canta como nostalgia y, por último, en 'Invernal' aparece un amor mundano y moderno, capaz de desafiar la climatología y las estaciones, ya que los amantes se refugian en “lechos abrigados… cubiertos de pieles de Astrakán”. A este libro debe Rubén el ser considerado creador del modernismo; escritores como Ramón María del Valle-Inclán, Antonio Machado, Leopoldo Lugones o Julio Herrera y Reissig le reconocieron como el creador e instaurador de una nueva época en la poesía en lengua española.
Sus viajes por Europa y América, aclamado como gran poeta, le llevan a París y a entrar en contacto con los poetas parnasianos y simbolistas que transformarán sus concepciones poéticas. En Prosas profanas (1896 y 1901), desarrolla de nuevo el tema del amor pero ya no busca la armonía con la naturaleza sino con el arte. Y en Cantos de vida y esperanza (1905) expone cómo el Arte supera a la Naturaleza, que se manifiesta a veces como un caos, y es capaz de poner orden, de restablecer la armonía divina, y como tema de fondo su preocupación por el futuro de la cultura hispana.
Otra faceta de la obra rubeniana es la de poeta cívico, ya que compone poemas tanto para exaltar un glorioso hecho nacional o un héroe, como para realizar una amarga censura. El canto errante (1907), un libro en el que afrontó los eternos problemas de la humanidad, es su obra, conceptualmente, más universal. En el poema 'A Colón' expresa el espanto que supuso el descubrimiento y enaltece la ingenuidad de la América indígena; en 'A Roosevelt' evalúa a latinos y anglosajones medidos por el patrón materialista de estos últimos.
A partir de 1910 cae en un abandono vital que le lleva a las más variadas excentricidades y al consumo excesivo de alcohol. En 1913, entre en un profundo misticismo y es cuando se retira a la isla de Mallorca. Allí empieza a escribir una novela, La isla de oro -que nunca llegó a concluir-, en la que sobre todo analiza el desastre hacia el que está caminando Europa. También compone Canto a Argentina y otros poemas (1914), un libro dedicado a este país en el año de la celebración de su centenario, en el que quiso seguir el modelo del “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman, pero es una obra menor, casi de compromiso, sin la intensidad de sus grandes poemas. En 1915, enfermo y escapando de un continente desgarrado por la I Guerra Mundial, regresó a América. Murió en 1916, poco después de llegar a Managua.
Rubén Darío es un hito en las letras hispánicas. El modernismo surgió con él y es puente obligado entre las letras de España y Latinoamérica. En un momento en que en España la poesía decaía y se repetía a sí misma sobre calcos vacíos, aportó una savia que, junto con Bécquer, inició el camino para la recuperación, cuyos frutos mas brillantes fueron Juan Ramón Jiménez, las vanguardias y, más tarde, la llamada Generación del 27. En Latinoamérica su influencia no fue menor. Aunque la crítica hispánica siempre tuvo en un alto concepto a Darío, desde el centenario de su nacimiento en 1967 su obra se revalorizó notablemente. Se le considera la mejor representación de la expresión americana e hispánica, y a él se debe el desarrollo en las letras hispanas de la búsqueda constante de nuevas formas y lenguajes.

5.- Autores modernistas españoles

Debe hablarse en primer lugar de un grupo de autores de transición al modernismo en España (a partir de la poesía de Núñez de Arce y sus discípulos), formado por Manuel ReinaRicardo Gil y Salvador Rueda. Este último es el más importante: malagueño, con una fantasía típicamente meridional, se le considera el renovador de nuestra poesía finisecular, con sus 30 obras repletas de audaces combinaciones métricas, sonoridad y un claro afán innovador y esteticista (“Sinfonía del año” -1888-, “En tropel” -1892-, “Camafeos” -1897-, etc.).
Una vez que el modernismo ha triunfado, casi todos los poetas de finales del siglo XIX le rinden tributo. Algunos, de forma pasajera, antes de evolucionar hacia un estilo propio. Es el caso de Antonio Machado (“Soledades”), y de Juan Ramón Jiménez (“Ninfeas”, “Almas de violeta”, “Arias tristes” y “Jardines lejanos”). Otros autores desarrollarán toda su obra dentro de esta tendencia, destacando los siguientes:
o   Manuel Machado. Nadie como él representa en España la lírica modernista. Sevillano de nacimiento y francés por formación, ambas tendencias aparecen reflejadas en su obra: Rubén y Verlaine, Castilla y Andalucía, popularismo y aristocracia, dan como resultado una poesía superficial y externa pero a la vez musical y refinada (“Alma” -1900-, “La fiesta nacional” -1906-, “Canciones y dedicatorias” -1915-, etc.).
También deben destacarse sus obras de teatro poético, escritas en colaboración con su hermano Antonio, cuyos contenidos se mueven entre lo popular y lo histórico: “Juan de Mañara”“La Lola se va a los puertos”, etc.
o   Francisco Villaespesa. Se le considera en realidad un romántico rezagado que vino a representar lo que el Romanticismo tenía de más decorativo y exótico. Además de varias decenas de libros de poesía, nos dejó una abundante producción de teatro histórico, lleno de brillantez y cromatismo, con títulos como “El alcázar de las perlas”, “El rey Galaor”, “La leona de Castilla” o “Judith”.
o   Valle-Inclán. Como poeta lírico, puede ser considerado modernista (aunque con frecuencia escapa hacia un mundo propio de alucinaciones y esperpentos), con influencias en sus versos de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y D’Annunzio. Sus títulos más destacados son  “Aromas de leyenda” -1907-, “La pipa de Kif” -1919- y “El pasajero” -1920- (véase también, en el tema correspondiente, la narrativa modernista de Valle-Inclán en su primera etapa).
Otros poetas modernistas son Emilio CarrereArmando Buscarini y Pedro Luis de Gálvez, pertenecientes a un nutrido subgrupo llamado de los “bohemios”: famélicos, nocturnos y soñadores, constituyen una atracción más del Madrid de la época.
Hay otros autores que se mueven dentro de las grandes líneas modernistas y reconocen por maestro a Rubén Darío, como Cristóbal de CastroAndrés González Blanco y Gregorio Martínez Sierra.


Por último, podemos considerar como “semimodernistas” a unos cuantos poetas eruditos que oponen a los excesos y fáciles logros del modernismo su formación clásica de raigambre castellana. Los más notables son Ramón Pérez de Ayala (en su faceta de poeta) y Enrique Díez- Canedo.

1 comentario:

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